El síndrome de malabsorción de la fructosa no nos impide llevar una vida normal, pero puede dar lugar a algunos problemas. Podemos evitarlos con el tratamiento dietético correcto. La fructosa es una sustancia presente en un gran número de alimentos y, paradógicamente, a veces nuestro organismo no es capaz de absorberla adecuadamente. Os proponemos algunos alimentos adecuados para este síndrome.
¿Qué es el síndrome de malabsorción de la fructosa?
El síndrome de malabsorción de la fructosa se produce a causa de la escasez de receptores en la mucosa intestinal que transporten este azúcar y atraviesen la pared hacia el interior, concretamente de GLUT5. La fructosa no absorbida avanza por el intestino hasta el colon, donde reacciona con la probiota intestinal, dando lugar a gases que provocan dolor, hinchazón, cólicos, diarrea y distensión abdominal.
De no poner remedio rápidamente, pueden aparecer trastornos de mayor gravedad, como la deficiencia de otros nutrientes; en concreto, los más afectados son el hierro, el calcio, el ácido fólico, el zinc, el triptófano, y las vitaminas C y E.
Para comprender todo este proceso, debemos saber qué es exactamente dicha fructosa. Se trata de un hidrato de carbono de absorción rápida que consta de una sola molécula (es decir, es un monosacárido), por tanto, no es necesario digerirla. Unida a la glucosa, compone la sacarosa, es decir, el azúcar común. Por tanto, todos los productos azucarados contienen fructosa.
Dieta adecuada para una malabsorción de la fructosa
La encontramos en productos como la miel, la fruta, algunas verduras, el jarabe de maíz y la mayoría de los alimentos procesados. Sin embargo, cada persona posee un nivel diferente de tolerancia hacia esta sustancia, por lo que su alimentación deberá variar en función de la misma.
Lo mejor, en este caso, es acudir a un profesional, que nos recomendará una dieta específica para síndrome de malabsorción de la fructosa formada por alimentos sin fructosa o con un nivel muy bajo de la misma. Por ejemplo, verduras como brócoli, espinacas, apio, berros, champiñones, escarola, lechuga, setas o endibias son adecuadas, siempre cocidas para eliminar la fructosa que puedan contener. Por otro lado, los alimentos de origen animal están libres de esta sustancia siempre y cuando no estén procesados.
En cuanto a las frutas, las mejores son la naranja, fresa, mora, uva, limón, plátano, aguacate y melón. Por el contrario, conviene evitar las manzanas, peras, cerezas, melocotones, ciruelas y albaricoques. También quedan prohibidos los refrescos, los zumos artificiales, las golosinas y las bebidas alcohólicas.
La mejor forma de diagnosticar este síndrome es la prueba de hidrógeno en el aliento. Una vez diagnosticado, deberemos acudir a un dietista o nutricionista que nos ayude a crear una dieta especial basada en alimentos que no contengan esta sustancia. Es fundamental que el experto supervise nuestra nueva alimentación y evalúe el nivel de fructosa que podemos tolerar.
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