Muchas madres han contado su experiencia en el parto. Sabemos que es un proceso difícil y doloroso, en el que tienen lugar muchos cambios la mujer. En cuestión de horas, el cuerpo tiene que prepararse para dar a luz, por lo que el tejido conectivo se vuelve más elástico, la masa muscular abdominal se distiende, aumenta la frecuencia cardiaca, su canal de parto empieza a ensancharse, empiezan las contracciones y, por lo general, el dolor va en aumento hasta que da a luz.
Sin embargo, pocas veces pensamos en cómo vive el bebé ese momento. ¿Sufre tanto como su madre? ¿Experimenta cambios su cuerpo? ¿Es consciente de lo que sucede? La ciencia ha revelado información al respecto y, aunque es difícil determinar con exactitud cómo experimenta el bebé el parto, ahora podemos hacernos una idea de cómo lo vive.
Los cambios físicos que sufre el bebé antes y durante el parto
¿Sabías que momentos antes del parto los huesos del cráneo del bebé se desplazan y superponen? De esta manera, la cabeza puede pasar con más facilidad a través del canal de parto. Como consecuencia, la cabeza del bebé adquiere una forma semejante a un cono y, en ese proceso, el cerebro también se deforma. No obstante, aunque es el cambio físico más evidente, no es lo único a lo que tiene que enfrentarse el bebé durante el parto.
- Desaparición de la placenta
Durante los nueve meses de embarazo, el bebé se alimenta y respira a través del cordón umbilical que lo conecta a la placenta. De la placenta obtiene los nutrientes y el oxígeno que necesita para crecer y desarrollarse. Sin embargo, tras nacer, el flujo placentario se detiene y en vez de pasar la sangre del corazón a la placenta, se dirige hacia los pulmones.
- Incremento repentino de oxígeno y expansión de los pulmones
En el vientre materno, el bebé apenas necesita oxígeno. Durante ese tiempo, sus pulmones están llenos de fluido y no están inflamados. Sin embargo, al salir por el canal de parto, el bebé se expone a un incremento repentino de oxígeno mientras los pulmones empiezan a drenar el líquido e inflarse. Esto, en los siguientes 10 segundos de llegar al mundo.
- Disminución de la temperatura corporal
Un bebé en desarrollo produce aproximadamente el doble de calor que un adulto. A esto se le suma que apenas pierde calor, ya que su propia piel, el líquido amniótico y la pared uterina le protegen. Sin embargo, en el momento del parto, el recién nacido empieza a perder calor bruscamente y debe empezar a quemar grasa, conocida como grasa parda, para mantener sus funciones vitales activas.
Hasta el momento de nacer, el cuerpo del bebé funciona a mitad capacidad. Sus órganos ya hacen su función, pero están regulados por la placenta en última instancia y además, tienen poco que hacer. Sin embargo, cuando el bebé nace, sus órganos tienen que empezar a funcionar como un todo por su propia cuenta. Esto representa un auténtico reto para el cuerpo del bebé que, por primera vez, se pondrá a prueba.
¿Cómo vive el bebé el parto?
El bebé empieza a prepararse para el momento del parto mucho antes. Cuando ya está listo, sus glándulas suprarrenales empiezan a segregar más adrenalina que en cualquier otro momento de vida, lo que le prepara para afrontar el difícil momento que se avecina. Así, al empezar las primeras contracciones que lo presionan y empujan al canal de parto, sabe que algo está a punto de suceder.
A partir de ese momento, el bebé empieza a producir además una gran cantidad de endorfinas que le ayudarán a aliviar las molestias. Así, se aproxima al canal del parto sintiendo una especie de presión que puede ser más o menos intensa de un parto a otro. En tanto, el bebé también realiza muchos movimientos para intentar salir, flexiona la cabeza, rota, extiende la cabeza y presiona ligeramente hacia afuera. Aunque parezca que puede resultarle doloroso, lo cierto es que si es un parto natural sin complicaciones, no suele ser traumático para el recién nacido.
Ya fuera, el bebé inhalará su primera bocanada de aire, sus pulmones empezarán a expandirse y sus riñones empezarán a eliminar las toxinas acumuladas durante el proceso. Debido a la caída brusca de su temperatura, empieza a sentir un poco de frío, de ahí que sea necesario cubrirlo rápidamente con una manta.
Es probable que, acostumbrado al entorno seguro del vientre materno, al encontrarse en un medio completamente diferente se sienta estresado. Sin embargo, esto no tarda en desaparecer. Una vez que la madre lo tiene en brazos y siente el calor maternal, el bebé es consciente de que todo está bien, se siente seguro y empieza a relajarse.
¿Experimenta igual un bebé el parto natural o por cesárea?
Obviamente, no. El bebé viene “programado” para nacer a través de un parto natural, desde la previa activación del sistema hormonal y los cambios anatómicos hasta la progresiva adaptación de sus órganos, todo está pensado para que llegue al mundo mediante el canal de parto. De hecho, cualquier pequeño cambio en el término del embarazo puede comprometer esta “programación” y complicar la experiencia.
Al nacer por cesárea, sin haberse iniciado el proceso de parto, estos cambios no tienen lugar en el bebé, lo que conlleva a una transición mucho más brusca. Ello explica, por ejemplo, por qué los bebés que nacen por cesárea suelen tener una mayor tasa de ingreso en la unidad de cuidados neonatales a causa de problemas respiratorios. De hecho, por cada semana de adelanto del parto se duplica el riesgo de ingreso en una unidad neonatal.
Por eso, los especialistas recomiendan apostar siempre que sea posible por un parto natural y, en caso, de elegir una cesárea, programarla para una fecha cercana a las 40 semanas de gestación. De esta manera, al menos el bebé estará más preparado para ese momento, su cuerpo se habrá desarrollado lo suficiente y, por tanto, experimentará el parto de una forma menos brusca.
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