Es por todos conocido la necesidad de hidratar nuestro organismo diariamente. Para ello tenemos que ingerir agua en nuestra dieta cotidiana, bien sea proveniente de alimentos como frutas o verduras (aproximadamente un 20-30% del agua total ingerida), de otras bebidas (como leche, infusiones, zumos…) o agua como tal.
Aquí es dónde nos surge la duda: ¿qué es mejor, beber agua con o sin gas? Pues todo apunta a que es cuestión de gustos…
El agua es una bebida natural esencial para la vida. Además de hidratarnos, brinda a nuestro organismo diferentes sales minerales que nos ayudan a reponer los niveles de electrolitos. Dependiendo de su procedencia contendrán una diferente composición de minerales.
El agua con gas no es más que agua que contiene ácido carbónico (H2CO3), ya sea procedente directamente del manantial o que se le ha añadido bajo presión con posterioridad. Al ser inestable, se disocia fácilmente en agua y dióxido de carbono (CO2), saliendo éste en forma de burbujas cuando la bebida se despresuriza. El proceso debe venir siempre especificado en la etiqueta. Es conocida también como agua carbonatada, agua de Seltz o popularmente agua de sifón.
Al igual que el agua sin gas, tampoco tiene calorías, en contra de lo que piensan muchas personas al confundirla con otras bebidas carbonatadas que sí tienen.
Numerosos estudios confirman los diferentes beneficios que aporta el agua con gas, y que pasaremos a describir a continuación.
Por un lado, el ácido carbónico estimula la secreción de jugos gástricos por el estómago, lo que facilita el proceso digestivo después de comidas copiosas.
El agua carbonatada genera mayor sensación de saciedad que el agua sin gas, por lo que serviría para controlar el apetito en dietas de adelgazamiento.
Su consumo habitual reduce y previene el riesgo de sufrir enfermedades coronarias, controlando la presión arterial. Esto es así debido a que reduce las concentraciones de aldosterona, hormona que en cantidades altas incrementa la reabsorción de sodio y agua, aumentando el volumen sanguíneo, el retorno venoso y finalmente la presión arterial.
Un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en colaboración con investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) concluyó que beber agua con gas durante las principales comidas mejora el perfil lipídico, rebajando los niveles de colesterol LDL.
Sin embargo, existen casos en los que su consumo está contraindicado o permitido sólo de forma moderada: personas con reflujo gastroesofágico, con hernia de hiato, aerofagia (ya que puede incrementar la presencia de gases en el tubo digestivo), colon irritable, distensión abdominal, insuficiencia respiratoria severa, insuficiencia renal crónica, cirrosis hepática o insuficiencia cardiaca.
En países como Alemania e Italia el consumo de agua con gas es habitual, aunque en España actualmente supone menos del 10% del consumo total, quizás por que su precio es un 75% superior al del agua sin gas.
Es una elección perfecta frente a la de otras bebidas con burbujas. Además de ser una bebida saludable, no contiene azúcares, alcohol ni aditivos y resulta refrescante calmando la sed. Lo importante es hidratarse, y como hemos visto, beber agua no es una elección si no una necesidad…lo de las burbujas ¡ya es cosa tuya!
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